miércoles, 14 de abril de 2010

Cuando vas adelantas tu vida y cuando regresas ganas tiempo

Me encanta la idea de jugar en el tiempo cuando viajas a lugares con diferente huso horario…
El viernes antes de que empezara la semana santa, a las 5 de la mañana estaba lista para pasar en mode flo y con los ojos cerrados las 6 horas de trabajo que me quedaban antes de las vacaciones que me había organizado para olvidarlo todo y cargarme de energía en mi happy place.

Resulta que a las 6:30 que terminé de hacer la maleta, lo único que me faltaba añadir a mi bolsa tipo mamá (enorme y con un millón de aditamentos que pensarías inservibles) era el pasaporte que no encontraba. Así, que a las 8:30 decidí lanzarme a tramitar un pasaporte nuevo ese mismo día.
Gracias a mi post en Facebook, a la maravilla de la tecnología, los amigos de la universidad y la gente que me quiere logramos obtener el pasaporte a las 14:30 hrs.; después de pasar por imprimir el formato de pago, un acta del MP, millones de mensajes y llamadas por teléfono, el banco, el tráfico y una laguna en mi expediente ante la SRE, ¡lo logramos! y digo lo logramos porque fue algo que ¡hicimos entre todos!

Y a las 15:00 estaba comiéndome una arrachera de miedo, en el restaurante “flaps” del aeropuerto, con sus frijolitos y guacamolito y la cheve, el kit completo. Así comenzó mi viaje a la antigua Inglaterra y después de la deliciosa comida de avión, que me encanta, dos películas palomeras y una botella de vino tinto… llegué a Gatwick sin más problema.

¡Eso sí!, después de la renta del coche y subida en mi Ford focus de 4 puertas con volante “derecho” viví en sentido contrario el resto de la travesía a Salisbury solo para hacer una pit stop en el pub de la granja para tomarme una buena pinta de cerveza…

Caminar por las calles de mis recuerdos me daba la sensación de parar el tiempo. Del ánimo subido que tenía no me dió ni jetlag; al final del sábado encontré a Anita a la mitad del camino del B&B y su casa y la segunda Catedral más grande de Europa fue testigo de un fuerte abrazo y muchas lágrimas… (con eso de que ando súper-chillona) un poco por felicidad un poco por tristeza… y después de eso, Anita me agarró como una abuela a su nieta y me prometió que todo iba a estar bien.

Yo le creo, en verdad, le creo… es solo que me imagino que todo estará bien… con el tiempo… tan solo con Eeeel Tieeeeeempo, mismo que adelanté al viajar, lo hice pasar más rápido, aventajar al dolor, sanar con prisa mis heridas; digamos que hice un poco de trampa pero ayudó.

Conforme pasaban los días recordando mis 13, 14, 15 y 16 años, lo mucho que me reía en mis cumpleaños, las múltiples aventuras en esos días de verano (algunos con la clásica lluvia británica y otros bajo el cielo con sol de la campiña), mis primeras llamadas con tarjetas rasca desde las oriundas casetas rojas y los MILLONES de creams teas que me tomé con kilos y kilos de clotted cream; no podía más que pensar que el tiempo había corrido frente a mis ojos y que en efecto aunque hace unos meses pensaba que no iba a caminar ya más… en Salisbury el tiempo pasaba más rápido.

Me explico, Mis recuerdos en Salisbury son solo MÍOS; nunca he compartido con nadie el lugar y me alegra haberme decidido por Roma en el último momento aquella vez que viajé con él por las ahora 3 ciudades más cosmopolitas de Europa arruinadas para mí… en fin, lo que hay en Salisbury, la persona fuerte y valiente que se formó allí, aquella capaz de hablar un idioma que no era el suyo y hacerse entender; la niña que veía todo con ojos de perfección, oportunidad y casi nada de juicio… esa persona no compartió aquello con Nadie que pudiera dañarla y se hizo de barro, lluvia y arcilla SOLA

No hubo nada a lo largo de mi estadía en “La Cerrada” que me recordará a él… esa tierra era TODA mía y mientras caminaba por la granja, o montaba a caballo, o recogía los huevos de las gallinas solo me recordé a MI…

La clásica despedida que corroe el corazón y oxida la razón lamentablemente llegó pero el tiempo ya lo estaba ganando… ya le estaba yo ganando a la depresión y al dolor; ya le estaba dando tiempo extra a las fuerzas y a la voluntad y mejor aún conseguí tiempo de vida para mejor olvidar.

En cuanto menos lo imaginé estaba yo en el avión para volver y en 12 horas de vuelo, una comida vegetariana, 3 películas de mis favoritas, 1 y media botella de vino y un poco de plática con el gatomozo que me tocó (mmm), quiero decir que me atendió… regresé a mi amado México para ver a mi familia en el aeropuerto.

Con el tiempo que gané, creo que me curé…. Y aunque aún no sabemos cuánto tiempo dure el efecto embriagante de mi niñez, creo que esta vez, esta vez… si gané.

Porque me dí cuenta de cuánta gente me quiere en el tiempo y no lo conoce a él.


Por las veces que perdemos porque el que corta gana…

BI CDH 263106
¿opiniones alguien?

No hay comentarios:

Publicar un comentario