miércoles, 7 de abril de 2010

Los Vivos del Pasado


[¿Conocen la historia de su familia?... Recomiendo preguntar un poco más porque estoy segura que se sorprenderán…]

Desconocía por completo que mis padres eran 8 mesinos. A mis 26 añitos tenía la idea, por azares del destino, de que mi madre había nacido a los 7 meses y mi padre a los 9 pero resulta que no. Lo curioso es, ¿cómo llegué a enterarme del hecho? y en realidad es la historia detrás de esos meses y los 120 años que suman entre los dos lo que me inspiró el siguiente escrito.

Indefinido el momento de mis dos décadas en el que adquirí la impresión de que los bebés nacidos antes de las 40 semanas tienen cierta desventaja frente a los que si culminaron con éxito el tiempo que la ciencia dice se debe permanecer en el vientre materno.
Yo tenía esa mal-infundada idea, y digo mal-infundada porque ayer que me enteré de las ganas apuradas que tenían mis padres por venir al mundo, no puede más que pensar en que: ¡el tiempo importa un bledo!... no conozco dos personas con más capacidad que ellos para realizar con éxito lo que se decidan, y ganas no les han faltado para demostrarlo a lo largo de su existencia.

En una de esas conversaciones que valen toda la pena se llenaron las lagunas de mi árbol genealógico permitiéndome elaborar un poco de lo que mis padres han vivido dejándome entender por que son seres tan sabios.

Los vivos de mí pasado por parte de mi padre crearon su historia orgullosa de altanería, cantinas, celdas, construcciones, talleres y compañías. Los de mi madre por su parte dibujaron una historia de familia, humildad, amabilidad y señorío. Con la combinación de ambos resultó una fórmula de equilibrio que cuanto más conozco, más la admiro.

Mientras me relataban anécdotas de todas variedades, la gente y las acciones que cohabitaron el pasado aparecen como hologramas en mi mente, en mis recuerdos, y me dejan pensando cuánto conocemos del ayer… me deja meditando cuánto heredamos y cuánto podemos modelar como arcilla a nuestro gusto… me deja reflexionando si puedo aprender de los errores de mis antepasados o tendré que escarmentar en mis propios zapatos… me deja llorando si pude haber evitado mis fallas recién pasadas…

Abuelas que caminaban desde La Villa hasta el hospital militar para ver a su hijo en la incubadora o abuelos que sentían orgullo por su primogénito; madres que encaminaban con responsabilidad a sus hijas como todas unas damas o Papes que recibían a las locas en la mesa de casa para que la retahíla de hijos que les seguían comieran al menos un poco de sandía.

Estas valientes personas que mi cabeza conoce poco, son los vivos de mi pasado, son los que unieron las piezas del rompecabezas de nuestras vidas y quienes me enseñaron a cuidar, a perdonar, a mirar, a cantar, a trabajar, a respirar y por encima de todas las montañas de mi vida me enseñaron a amar…

Me enseñaron a amar con el ejemplo de su sacrifico y su disciplina infundida en las ganas de sacar una familia adelante, de hacerles feliz, de demostrarles su cariño. Los vivos de mi pasado están muy lejos de estar muertos, son la sangre y el oxígeno de mi toma de decisiones, son quienes, para mí, están más vivos que muertos.

Muy probablemente vendrán más personas que me lastimen hasta lo más profundo de mi alma como lo hizo él… empero, vendrán más, mil, ocho mil más, historias de mi familia, de mis muertos vivientes, quienes me animarán no sólo pasar el día, si no a convertirlo con algarabía en el mejor de mis días.

Y así con el objetivo de tener una familia como la judía, no aseguro el matriarcado ni el patriarcado, aseguro la mesa llena de comida y una pareja unida hasta el fin de los días…para ser los vivos de un pasado Bien recordado.

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